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Pergolini volvió con todo, menos con rating

Resumen

No hay segundas oportunidades para causar una primera impresión. Mario Pergolini regresó a la televisión abierta después de quince años con Otro día perdido, un late-night diario por El Trece. Lo hizo con bombos, platillos, pantallas LED, Guillermo Francella de […]

Pergolini volvió con todo, menos con rating


No hay segundas oportunidades para causar una primera impresión. Mario Pergolini regresó a la televisión abierta después de quince años con Otro día perdido, un late-night diario por El Trece. Lo hizo con bombos, platillos, pantallas LED, Guillermo Francella de invitado estelar y un despliegue técnico que parecía querer competir con el prime time global. Sin embargo, el rating fue claro: no logró ni la mitad de la audiencia de La Voz Argentina en Telefe, que duplicó en números al esperado debut.

El programa, que arrancó el lunes 14 a las 22:30, promedió entre 6 y 7 puntos en su mejor momento, con una caída a 5.2 hacia las 23:12. En paralelo, La Voz Argentina se mantenía en picos de 13. En la lógica del encendido, el primer programa suele ser el más visto. Pero esta vez, ni la expectativa por el regreso de Pergolini ni el atractivo de Francella alcanzaron para torcerle el brazo a la competencia.

La estructura del ciclo parecía diseñada para el lucimiento de su conductor: monólogo inicial, banda en vivo, participación del público, juegos interactivos, sketches, un “equipo” con Laila Roth y Agustín “Rada” Aristarán. Sin embargo, el conjunto no encontró cohesión. El humor quedó a medio camino, las intervenciones no fluyeron con espontaneidad y el timing se sintió forzado, sobre todo en un formato que históricamente exige un conductor con velocidad verbal y capacidad de improvisación.

Pergolini, figura clave en la televisión de los ‘90 y referente de una generación, parece no haber logrado adaptar su estilo al ritmo actual del entretenimiento. Otro día perdido está pensado como un show de autor, pero no encontró aún ni tono ni músculo para sostenerse. En parte, porque el propio Pergolini se muestra incómodo entre la solemnidad crítica y el sarcasmo televisivo. La autorreferencia es uno de sus recursos históricos, pero al momento de cargar con un programa diario, esa estrategia puede volverse agotadora.

En comparación, resulta inevitable pensar en figuras como Roberto Pettinato, cuya capacidad para leer el absurdo de lo cotidiano y disparar comentarios corrosivos hubiera rendido mejor en un formato de este tipo. El late-night, por más que se adapte al contexto argentino, requiere vértigo, velocidad, agudeza y cierta dosis de riesgo. Ninguno de esos elementos terminó de aparecer en el debut de Otro día perdido, que pareció más preocupado por verse moderno que por serlo.

La apuesta de El Trece es fuerte: un programa diario con alto costo de producción en un contexto económico adverso. Pero el público, al menos en esta primera entrega, no compró. Y si Pergolini no logra construir una narrativa más sólida ni rodearse de un equipo que aporte dinamismo real, su regreso puede convertirse rápidamente en una salida silenciosa.

Pergolini volvió con todo, menos con rating
Pergolini espera repuntar en las próximas emisiones de Otro día perdido.



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