Corina Machado y Dina Boluarte, unidas por una misma estrategia imperial
Resumen
América Latina despertó este viernes con dos novedades que la afectan directamente y tienen un profundo sentido geopolítico: María Corina Machado, la lideresa opositora venezolana, fue galardonada con el premio Nobel de la Paz al que aspira ilusoriamente Donald Trump; […]

América Latina despertó este viernes con dos novedades que la afectan directamente y tienen un profundo sentido geopolítico: María Corina Machado, la lideresa opositora venezolana, fue galardonada con el premio Nobel de la Paz al que aspira ilusoriamente Donald Trump; y la presidenta de facto de Perú, Dina Boluarte, fue destituida por el Congreso acusada de “incapacidad moral permanente”, una figura que sirve tanto para un barrido como para un fregado. En ambos casos, se trata de decisiones que van en sintonía con los intereses estadounidenses, por más que el inquilino de la Casa Blanca estaba que trinaba al conocer la noticia de que se había quedado afuera del galardón que se entrega en Oslo, y eso que apuró un acuerdo entre Hamas e Israel con tal de anotarse en la lista.
Veamos el caso venezolano. Si dárselo a Trump hubiese sido un despropósito para el Comité Noruego, sólo pensar en Machado llama a recordar que no es la primera vez que ocurre algo tan descabellado. De hecho, si bien lo recibió Adolfo Pérez Esquivel, también tuvieron su premio Barack Obama y Henry Kissinger, sin ir más lejos. Lo que da la razón al director de comunicación del gobierno de EE UU, Steven Cheung, que calificó la nominación como una prueba de que pusieron “la política por encima de la paz”. La manera de mostrar el disgusto de Trump, que incluso horas antes de la novedad había recibido el apoyo de Vladimir Putin. En el caso de la mujer que está inhabilitada en Venezuela por respaldar las sanciones contra su país dictadas por Estados Unidos y, además de propiciar una intervención armada, es acusada de ser responsable de mucha de la violencia política promovida por los sectores opositores contra la presidencia de Nicolás Maduro desde 2014 junto con el exiliado Leopoldo López y Antonio Ledezma.

Boluarte, por su lado, llegó al poder en 2022 tras la destitución del dirigente del gremio docente Pedro Castillo, de quien había sido compañera de fórmula en las presidenciales de 2021. Una alianza inestable entre un maestro que sorpresivamente había ganado los comicios con más ímpetu de hacer cambios revolucionarios en el Perú que diseñó la dictadura de Alberto Fujjimori que posibilidades de lograrlo habida cuenta de las trabas impuestas por la constitución. Ella se acomodó a la ofensiva conservadora que sacó, mediante los artilugios que permite esa carta magna, a Castillo y no movió un dedo para defenderlo. El hombre permanece detenido a la espera de que se sustancie un juicio por rebelión, abuso de autoridad y perturbación de la tranquilidad pública.
En julio del año pasado, Boluarte, que ya venía acusada por la supuesta tenencia de un reloj Rolex de alta gama y minucias semejantes, inauguró con Xi Jinping el Puerto de Chacay, al norte de Lima. Será un punto neurálgico para el comercio con los países del Pacífico y la salida de la producción brasileña a través de la ruta amazónica. Hace una semana, los países de la Comunidad Andina -Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú -aceptaron el ingreso de China como país observador. No hace falta mucho para entender que si el secretario de Estado, Scott Bessent condiciona el salvavidas al gobierno de Javier Milei a romper los lazos con el gigante asiático, detrás de esta movida estén los esbirros de Washington.
En Venezuela es más fácil de captar la idea del Comité Noruego. Puede molestar a Trump, pero es funcional a los intereses estadounidenses. Sin dudas la nominación causa impacto en el interior del país caribeño, en medio de la ofensiva contra el narcotráfico en el que la fuerza naval más poderosa del mundo ya destruyó cinco lanchitas presuntamente cargadas de droga tripuladas por presuntos narcos, frente a las costas de Venezuela.