“Ver al pueblo de Nepal sacar a ‘pasear’ en bolas al ministro de Economía me devolvió algo de esperanza”
Resumen
La industria de la música se alimenta con la sacralización de los aniversarios. Deben ser fechas redondas, claro, y ante todo ofrecer una salida fácil para apostar a la nostalgia. Su ofensa más flagrante son las regrabaciones de discos exitosos […]

La industria de la música se alimenta con la sacralización de los aniversarios. Deben ser fechas redondas, claro, y ante todo ofrecer una salida fácil para apostar a la nostalgia. Su ofensa más flagrante son las regrabaciones de discos exitosos con la ineludible participación en carácter de invitados de jóvenes millonarios en reproducciones de las plataformas. Los resultados, casi siempre fruto de intensas negociaciones de abogados y compañías, suelen ser artísticamente escalofriantes. Las Pelotas no encarna el regreso de Mao ni interpretan una nueva explosión bolchevique. Sin embargo, de la mano de Germán Daffunchio –líder y razón de ser de la banda–abrazaron la saludable y costosa opción de hacer casi siempre los que se les canta. En este caso, lanzar una gira que se llama 6×6, para festejar sus 36 años de carrera -un número, ¿cuadrado?-, tocar los temas que quieren –tocarlos de verdad, sin sobregrabaciones, otra pandemia de estos tiempos– y adelantar canciones de un inminente disco de estudio con composiciones nuevas.
Daffunchio recibe a Tiempo un día soleado y apacible que parece desafiar la tormenta permanente que atraviesa la Argentina desde hace dos años. Carga en sus espaldas 64 años y millones de noches. Pero esencialmente es el mismo de siempre: una mezcla de espíritu adolescente bien entendido, sobreviviente –de una cultura que hoy parece diluida, de la vida– y un militante de la lealtad de clase, que hace que sus enojos apunten siempre a los poderosos. Justo al revés de lo que vemos casi todos los días.
A horas de la presentación de Las Pelotas este 18 de octubre en el predio de Obras al aire libre, el cantante, guitarrista y compositor reflexiona con convicción y sin miedo al qué dirán.
–¿Qué representa la gira 6×6 para vos y Las Pelotas?
–Un chiste interno, para empezar. Es reírnos de los números redondos y hacer lo que más nos gusta: salir a tocar. En su momento hicimos el 5×5 porque nos pintó. Y esto es lo mismo. No somos una banda de la tele, las revistas o las plataformas. Nos gusta tocar en vivo. Un Obras al aire libre es una alegría. Vamos a hacer clásicos, temas menos esperados y canciones nuevas. Porque tenemos el disco nuevo terminado, estamos muy entusiasmados y queremos que la gente lo vaya conociendo de a poco.

–Hay mucha ansiedad por el disco nuevo. Hasta ahora conocemos los singles “Los dos” y “Clara”.
–Sí, los largamos como simples porque… ¡Porque teníamos ganas! (risas). Fueron las primeras canciones nuevas que hicimos y, de alguna manera, nos marcaron el camino. No por una estrategia o una apuesta. Salieron sin analizar demasiado y nos marcaron o abrieron cierto estado de ánimo creativo. Nos tiraron para ese lado.
–Parecieran más luminosos y lúdicos que los temas de la última etapa de Las Pelotas.
–Sí, te podría hacer escuchar un montón de temas. De hecho el disco ya está todo grabado. Falta solo la mezcla. ¡Tengo ganas de que todos lo escuchen ya! Después de Obras vamos a terminar la mezcla con Seba (Schachtel). Juntos nos hicimos cargo de la producción. Uno ama sus canciones y tocarlas. Pero el proceso de grabación puede ser tedioso. Es repetitivo, tenés que laburar montones de detalles… Pero si después de todo eso te da muchas ganas de volver a escuchar el disco al toque significa que algo groso está pasando. Y eso es lo que sentimos.
–¿Tienen el nombre del disco?
–No, todavía no. A lo mejor somos un poco colgados (risas). Nos guiamos por la intuición. El nombre va a parecer sólo, en cualquier momento.
–Vos no saliste de una familia de músicos, no estudiaste formalmente, ni soñabas ser una estrella. ¿Te trajo hasta acá el placer de componer y compartir tu música?
–Yo no encajaba en ningún lado. Apenas tocaba la guitarra. Me hice marino mercante cuando salí del servicio militar porque no se me ocurrió otro plan. En el servicio militar anduve con Galtieri, Bussi, Menéndez, muchos militares del Proceso, pesados de verdad. Durante la colimba una vez volvimos completamente borrachos con Galtieri en Bariloche, lamento que no haya tenido un “pequeño” accidente y la Argentina se librara de su locura.

-¿En aquel momento la música no era ni un sueño para vos?
–No. No me interesaba ser parte de nada. Le había tomado el gusto al agua y los barcos, quería vivir así. Lejos de la gente. Y en uno de esos regresos a tierra casi a regañadientes conocí a Luca y me cambió la vida. Pero no porque nos conocimos y dijimos: “¡Vamos a hacer una banda exitosa, vamos a hacernos famosos!”. Nos chupaba un huevo todo. Me cambió la vida porque nos pasábamos horas y horas tocando, sólo por el placer de tocar. Disfrutando de verdad. De alguna manera, me redescubrí a mí mismo. Hasta que un día me dijo: «Me vuelvo a Europa para vender un par de cosas y tener instrumentos para armar una banda». “Dale, te espero”, le dije. Pero mucho no le creí. Hasta que estando embarcado recibí el mensaje de que efectivamente había vuelto. El Tano estaba descargándose de heroína y yo saliendo de la realidad de mi vida. Y bueno, después vino lo que muchos ya conocen.
–Sumo fue una aventura increíble. Pero la muerte de Luca fue un dolor muy difícil de sobrellevar. Armaste Las Pelotas y en el camino también sufriste las trágicas muertes del Bocha Sokol y Gustavo Kupinski. ¿Te sentís un sobreviviente?
–He vivido muchas muertes. Más y menos públicas. Como muchos, quizás. Pero en lo artístico te dejan una huella muy profunda. Lo de Tavo fue terrible. Se había transformado en una Pelota más. La química que había era genial. Tengo grandes recuerdos y la tristeza de que nos íbamos de vacaciones y se mató en la ruta. Uno no tiene poder sobre la vida. Vivís hasta que un día te apagan la luz. Podés tratar de cuidarte, más o menos, pero eso tampoco te garantiza nada. Y la vida está lejos de ser lo que uno quiere. No es el paraíso. Parte de la vida está en enfrentar todas estas cosas que son muy difíciles, sumamente tristes, muy complejas. Lo de Alejandro y Luca es más público. Pero he visto a muchos amigos no bancársela más y destrozarse. Uno intenta, pero a veces no hay forma: no podés sacarlos de donde cayeron. Es algo muy espeso, vos intentás sacarlos, pero no podés hacer mucho al respecto. Desgraciadamente, también es parte de lo que yo considero vivir. Vivir es enfrentar todo lo que viene.
–¿Todo eso forma parte de tu vida y de tu música?
–No puedo separar mi vida de mi música. Mis hijos crecieron escuchándome tocar, cantando, entre los estudios de grabación, los cables… Así fue, es y será mi vida. Las canciones me permiten liberar la necesidad de expresar que no soy cómplice de un sistema que detesto. Las Pelotas nunca fuimos un producto, un cálculo comercial. Por eso mi vida es la música; y mi música, mi vida.

Folklore del rock
La partida de Alejandro Sokol en 2008 y su posterior y trágica muerte marcaron a fuego la historia de Las Pelotas. El círculo de autodestrucción del Bocha precipitó su salida de la banda y luego su lamentado final. En el folklore del rock todavía se suele romantizar la muerte joven y “las culpas” las carga quien sigue vivo. Daffunchio lo sabe bien y, más allá del dolor, no compra la trampa de víctima-victimarios.
Por eso siguió haciendo lo que ama y no dudó en llevar a Las Pelotas por un camino cada vez más personal. De menos dientes apretados, más introspectivo y decididamente sin tribu social/género/o subgénero que lo cobijen. Bancándose críticas fáciles e injustas. Más allá de los gustos, ese siempre será un terreno mucho más subjetivo, queda claro que Daffunchio se cortaría los dos brazos antes de “tocar” con un holograma de, en este caso, Sokol o Luca.
–¿La industria e incluso muchos fans hubieran preferido que siguieras haciendo discos parecidos a los primeros de Las Pelotas?
–Creo que sí. Pero se confunde todo. Los primeros discos también eran muy diferentes entre sí. Siempre cambiamos. Es la base de la naturaleza de la banda y de la mía, claro.
–También cambiaron muchos los integrantes de Las Pelotas. Y siempre fuiste el motor y compositor principal del grupo.
–Sí. Pero no me interesa contar demasiado esas cosas. O jugar con la nostalgia. Sí disfruto saber que lo que hicimos, hacemos y haremos, tiene un valor. Por ejemplo, La clave del éxito es un disco que tiene un montón de años y plena actualidad. La misma canción dice: “La clave del éxito es mantenernos dormidos / Comiendo basura en paquetes / Deshojando margaritas / Llorando con la novelita”. No cambió nada. Lo vemos en Gran Hermano, por señalar para algún lado. Podría darte mil ejemplos más.

–Nunca te interesó impostar nada.
–Para nada. Por más críticas que aparezcan o boludos que la cuentan cómo quieran. Hacemos lo que nos gusta y no fingimos nada. Somos gente con sus años y no negamos nada. Me parecen patéticos los rockeros viejos que quieren hacer como que tienen 20 años. No quiero ser una mueca de lo que fui. Al contrario, estoy deseoso de poder tocar este disco nuevo porque es lo que más me representa en este momento. No soy ni somos esclavos del pasado.
–Hablabas de la vigencia de “La clave del éxito”. El mundo siempre fue injusto, pero hoy pareciera ser todavía más brutal y cruel.
–Es muy horrible todo lo que vemos. Veinte tipos tienen el 90 por ciento de la riqueza del mundo. Millones se mueren de hambre. El planeta se va al carajo… Hay un montón de cosas que están naturalizadas y son solo basura, solamente alimentan la nada. Hace poco, en España, conocí a una médica de Médicos sin Fronteras. Una santa. Hay gente así, pero… La mayoría mira para el otro lado. No soy un gran entusiasta de la humanidad, pero ver al pueblo de Nepal sacar a «pasear» en bolas al ministro de Economía me devolvió algo de esperanza. Creo mucho en esas expresiones de “cariño” (risas). «
Las Pelotas en vivo
La banda de Germán Daffunchio festejará sus 36 años de carrera el sábado 18 de octubre a las 21 en Obras al aire libre, Avenida del Libertador 7395 (CABA).
