Skay volvió a Obras y sigue extendiendo su leyenda invencible
Resumen
No todos los recitales prometen sorpresas. Algunos, incluso, aseguran lo contrario: un recorrido casi previsible, sin grandes sobresaltos, sin trucos. Sin embargo, cuando el que está al frente es Skay Beilinson la repetición se vuelve rito, el guion se transforma […]
No todos los recitales prometen sorpresas. Algunos, incluso, aseguran lo contrario: un recorrido casi previsible, sin grandes sobresaltos, sin trucos. Sin embargo, cuando el que está al frente es Skay Beilinson la repetición se vuelve rito, el guion se transforma en experiencia y el déjà vu se siente casi como una epifanía. El viernes por la noche, en un estadio Obras repleto, el guitarrista volvió a hacer lo que mejor sabe: sacudir desde el escenario con su lenguaje único, directo al hueso, sin estridencias ni maquillaje. No utilizó gestos tribuneros ni concesiones forzadas. Exhibió, en cambio, ese sonido crudo y vital que lleva su firma desde los años más febriles de Los Redondos hasta este presente solista que ya suma ocho discos y dos décadas de ruta.
Las banderas, los cantitos previos y hasta los políticos (“¡¡¡El que no salta, votó a Milei!!!”) transmitían la sensación de un espacio al resguardo de la crueldad que domina la Argentina de hoy. Y Skay estaba ahí, firme: decidido a no vivir del pasado y a reafirmar que la mística no necesita artificios. De Los Redondos sonaron apenas cuatro temas. Pero claro, de un peso específico notable: “Ji ji ji”, “Todo un palo”, “El pibe de los astilleros” y “Nuestro amo juega al esclavo”. Los suficientes para que el aura ricotera sobrevuele todo el show, sin que se vuelva un museo. El resto fue 100% Beilinson: desde la lisergia instrumental hasta la lírica críptica que invita más a flotar que a entender.
A las 22 en punto, el músico apareció en escena con su estampa monástica y la guitarra en alto. Sin preámbulos ni alardes, arrancó con una seguidilla de alto voltaje: “Arcano XIV”, “Gengis Khan”, “Tal vez mañana” y “Soldadito de plomo”. La máquina ya estaba en marcha. Su banda, Los Fakires, sigue siendo una aplanadora de carne y hueso. Claudio Quartero (bajo), Leandro Sánchez (batería) y Joaquín Rosson (guitarra) conforman un triángulo perfecto, sin fisuras, que sostiene el pulso de cada canción como si fuera la última. No hay loops ni tracks: hay músculo, sudor y volumen.
La puesta fue austera, con un par de pantallas a los costados y nada más. Lo justo para que todo se enfoque en lo esencial: los riffs, los climas, la tensión que crece y explota sin aviso. Porque ahí está la magia: en el tempo hipnótico, en los solos que no buscan lucirse sino narrar, en esa energía que viaja de la Gibson al pecho del público. En esa zona intermedia entre el rock, el blues, el folk y algo casi chamánico, se desplegaron “Presagio”, “Plumas de cóndor al viento”, “La pared rojo lacre”, “Aves migratorias”, “El sueño del jinete” y “Flores secas”, entre otras. Todas distintas, todas con la marca de Skay: melodías que caminan sobre el borde, letras que disparan imágenes más que certezas, y una cadencia que mezcla trance y canción.
“Ji ji ji” fue, como siempre, el máximo punto de combustión colectiva. Pero la intensidad también fue muy alta con lo nuevo. “Yo soy la máquina”, “Lejos de casa” y “En la cueva de San Andrés” se ganaron su lugar en la noche como piezas indispensables del presente. Poco afecto a la verborragia, Beilinson apenas soltó algún saludo y presentó un par de temas, casi al pasar. Su modo de comunicarse es otro: tocar, tocar y seguir tocando. Un gesto zen-rockero que también es una postura frente al circo mediático que suele rodear al rock argentino.
El cierre fue con bises que equilibraron legado y actualidad: “Oda a la sin nombre”, “El Gólem de Paternal” y la ya mencionada “Nuestro amo juega al esclavo”. Un final sin estruendos, pero con una gran fuerza ritual. Porque si algo entiende Skay es que el misterio no se grita: se insinúa.
La del viernes 18 fue la segunda presentación consecutiva del cantante, guitarrista y compositor en Obras, tras la del fin de semana anterior. Un mini ciclo que sirvió, entre otras cosas, para ratificar que la leyenda puede seguir latiendo sin necesidad de maquillar el pasado. Que la llama sigue viva. Y que hay rocanrol mientras haya guitarras como la de Skay, que todavía sabe —y quiere— seguir creando.
Skay y Los Fakires en vivo
Se presentaron en el Estadio Obras Sanitarias el 18 de julio. Skay Beilinson (guitarra y voz), Claudio Quartero (bajo), Leandro Sánchez (batería) y Joaquín Rosson (guitarra).