Mi abuela elegía cada canción con el mismo compromiso que las interpretaba
Resumen
A nueve décadas de su nacimiento y 60 años de su histórica presentación en Cosquín, el legado artístico y humano de Mercedes Sosa está más vigente que nunca. Es cultura, es memoria y es moción popular. «Es todo eso y […]

A nueve décadas de su nacimiento y 60 años de su histórica presentación en Cosquín, el legado artístico y humano de Mercedes Sosa está más vigente que nunca. Es cultura, es memoria y es moción popular. «Es todo eso y muchas cosas más», afirma Araceli Matus, nieta de Mercedes Sosa y presidenta de la Fundación que lleva su nombre. Es cierto que los números redondos ayudan a recordarla, pero en realidad siempre es importante tenerla presente. Escucharla o recordar lo que cantaba es hermoso, cuando estaba viva y ahora que ya no está.
Este 9 de julio a las seis de la tarde, como parte de los homenajes a La Negra, Araceli y la Fundación Mercedes Sosa inaugurarán una sala que llevará su nombre. Allí se alojará parte de su archivo, especialmente el documental en papel: fotos, documentos, cancioneros, correspondencia personal, recortes de prensa, afiches, diplomas y otros materiales que serán de acceso público. El espacio funcionará en el Comité Central del Partido Comunista de la Argentina, en Entre Ríos 1039, Ciudad de Buenos Aires.

Foto: Gentileza Luisa Balaguer
—¿Qué representa para vos el legado de su arte para nuestro país?
—Es difícil sintetizarlo. Pero como cantante sigue siendo indispensable, y no lo digo porque sea mi abuela. Su interpretación es única y llega al alma. Sabía elegir compositores y autores que la representaban. Mi abuela elegía cada canción con el mismo compromiso que las cantaba. Fue defensora de nuestros autores. Su criterio era muy fino. También fue símbolo: fundadora del Movimiento del Nuevo Cancionero, firmante de su manifiesto, y una artista que hacía lo que creía correcto, tanto arriba como abajo del escenario. Su talento y sus convicciones me enorgullecen, aunque para mí sigue siendo simplemente mi abuela. Los análisis los dejo para los demás.
—¿Cómo llevás la tarea de la Fundación Mercedes Sosa?
—Es un trabajo intenso, constante y económicamente difícil. Pero es lo que tenemos que hacer con mi hermano. La fundación fue creada en 2011 por mi papá, basado en un proyecto que ya tenía mi abuela. La misión es tan simple como compleja: cuidar y difundir el legado artístico de Mercedes en la cultura argentina y latinoamericana. Apoyamos a artistas, realizamos muestras, festivales, espectáculos musicales, acompañamos libros y documentales. Y también nos estamos metiendo de a poco en el universo digital. Lo más importante sigue siendo conservar su archivo y difundir su discografía —más de 40 discos—. A veces no tenemos los recursos para lograr un impacto masivo, pero igual seguimos haciendo.

—¿Tenés alguna canción predilecta?
—No lo pienso así. Cada canción tiene su valor y representa un momento. En este último tiempo estoy escuchando mucho las que forman parte del disco Nueva York, 1974, que lanzamos el año pasado en CD, digital y vinilo. Son grabaciones del Teatro Town Hall junto al guitarrista Santiago “Pepete” Bértiz. Hay versiones hermosas de “Gracias a la vida”, “Triunfo agrario”, “Canción con todos” y “Cuando tenga la tierra”. Tal vez elija alguna de esas. Pero suelo decir que las mejores son las menos conocidas.
—¿Están al tanto de todos los homenajes que se hacen?
—No. Es difícil saber de todos. Hace poco me avisaron de uno en Brasil. Algunos piden permiso y otros no. Algunos se acuerdan dos días antes. Hacemos lo que podemos. Lo que no me gusta es que lucren con el nombre de mi abuela. Con mi hermano somos responsables legales y tratamos de cuidar su imagen y su obra. A veces hay gestos amorosos, pero no dejan de estar usando la imagen de otra persona. Igual, lo más importante es que sus canciones sigan vivas. Y seguramente lo estarán por mucho tiempo.

—¿Qué podría decir tu abuela sobre la realidad que estamos viviendo?
—Es complejo. Pero no creo que sea la primera vez que pasa algo así en el país. Y creo que ella no diría nada muy distinto a lo que ya dijo. Diría lo que hay que decir, como siempre, sabiendo que su voz tenía peso. Defendería a los que no son escuchados, a los que reprimen por defender lo suyo. Lucharía por el futuro. Por eso con mi hermano seguimos adelante. Podríamos guardar todo en un placard, pero no serviría. Ella quería compartir. Su arte tenía significado: no era solo que cantaba bien. Era una forma de pensar y de hacer pensar. Difundir eso hoy es muy importante.
—¿Qué es lo que más se le reconoce fuera de la Argentina?
—Depende del lugar. Mi abuela giró por países que ya ni existen. Aún así, en muchos lugares todavía se la escucha. El año pasado fue escuchada en 101 de los 198 países del planeta. Y eso dice mucho. Su voz sigue generando cosas. Para muchas personas significó consuelo. Y el hecho de que haya sido mujer, en un mundo de hombres, le da todavía más valor a todo lo que logró. Por algo, tantos años después de su partida, sigue siendo escuchada y reconocida.
