el consejo de Alcaraz, la videollamada que nadie atendió y la partida de ajedrez con su abuela de 100 años « Diario La Capital de Mar del Plata
Resumen
Por Juan Miguel Alvarez Por primera vez desde que alzó el trofeo más importante de su carrera, Horacio Zeballos volvió a Mar del Plata. Lo hizo con la réplica de Roland Garros bajo el brazo y el corazón desbordado de […]

Por Juan Miguel Alvarez
Por primera vez desde que alzó el trofeo más importante de su carrera, Horacio Zeballos volvió a Mar del Plata. Lo hizo con la réplica de Roland Garros bajo el brazo y el corazón desbordado de emoción.
Fue recibido en el Edison Lawn Tenis, su club de toda la vida, por su padre –Horacio también–, director de la escuela de tenis, y por decenas de chicos y amigos que celebraron su regreso como si fuera el de un héroe que cumplió el sueño de todos.
Zeballos acaba de ganar el dobles de Roland Garros junto al español Marcel Granollers, su compañero inseparable de gira desde hace varias temporadas.
En medio de un contexto emotivo, con fotos, abrazos y el típico frío invernal marplatense como marco en la cancha del Edison, el zurdo de 40 años compartió el título con los suyos. Y lo hizo a su manera: con humildad, cercanía y palabras que salen desde lo más profundo de su historia. “Necesitaba pasar por los pasillos donde me crié. Todo este sueño empezó acá. Y volver así, como campeón de Roland Garros, es algo único”, dice Horacio, con los ojos brillosos y la voz temblorosa.
La vuelta al club coincidió con otra fecha especial: el cumpleaños número 100 de su abuela María Ángeles, con quien el miércoles jugó una partida de ajedrez, su otra gran pasión.
Fue una semana inolvidable. Y en esta charla exclusiva, el tenista repasa la consagración, recuerda la primera vez que enfrentó a Granollers, revela qué le dijo Carlos Alcaraz antes de la final y se emociona al hablar de su padre, el motor detrás de todo.
– ¿Qué significa volver al Edison como campeón de Roland Garros?
– Necesitaba pasar por los pasillos donde me crié, donde hice a mis amigos. Todo este sueño que se está cumpliendo empezó acá. Lo necesitaba de corazón. Y estoy supercontento, muy emocionado.
– ¿Cuántas veces lo soñaste mientras peloteabas frente al famoso frontón del club?
– Muchísimo. Con mis amigos jugábamos a la vela, armábamos el calendario de la ATP con los Grand Slams, poníamos puntos y competíamos para ver quién ganaba más. Todo empezó ahí. Por eso es algo único. Estoy pleno.
– Cuando levantaste el trofeo, ¿recordaste ese camino?
– Sí. Primero fue alegría, pero también alivio. Habíamos estado cerca muchas veces. Finales que se nos escaparon, semifinales… cumplirlo fue muy importante, porque cada vez se hacía más difícil. Pero nunca dejamos de trabajar.
– ¿Y qué representa Roland Garros para vos?
– Todos los Grand Slams son importantes, pero para los argentinos Roland Garros tiene algo especial. Por cómo crecimos, lo que vimos en la tele… La final de Gaudio contra Coria, por ejemplo. Eso le da una pizca más de valor.
– Además del título, vienen siendo protagonistas del circuito de dobles desde hace años. ¿Cómo vivís este momento?
– Con mucha gratitud. Nos propusimos metas concretas: ganar un Grand Slam, ser número 1. Y trabajamos todos los días para eso, cada entrenamiento, cada torneo… Cumplirlo es hermoso.
– Y esta temporada no fue fácil: la lesión de Granollers, resultados irregulares. Después ganaron el Masters de Madrid y todo se alineó en Roland Garros…
– El arranque fue complicado. Marcel estuvo lesionado. Tuvimos que volver a jugar torneos chicos, incluso un Challenger, un ATP 250, para recuperar ritmo. Estuvimos mucho fuera de casa. Pero el esfuerzo valió la pena.
– Después de tantos años como profesional, con tantos sueños cumplidos, ¿te pasa por la cabeza aflojar un poco?
– No, no me lo pongo en mente porque lo estamos disfrutando. Estamos rindiendo bien y la pasamos bárbaro. No hay razón para frenar ahora.
– Remarcaste la importancia de perseguir objetivos. Llegaste a ser número 1 y ganaste el anhelado Grand Slam. ¿Ahora qué falta?
– Si hablamos de números, queremos ganar otro Grand Slam, volver a ser los número 1. Pero, sobre todas las cosas, quiero seguir yendo a entrenar con ganas. Si un día me cuesta mucho, si ya no lo disfruto, ahí sí voy a saber que es momento de parar. Mientras tanto, sigo.
– Y también está la Copa Davis…
– Por supuesto. Este año volví y me encantó. Estar con los chicos más jóvenes, sentirme la voz de la experiencia, fue hermoso. Si me llaman de nuevo, ahí estaré.
El consejo de Alcaraz que le cambió la cabeza
Antes de disputar su cuarta final de Grand Slam, Horacio Zeballos decidió hacer algo distinto: buscar consejos en quienes ya habían estado ahí. “Me pareció una buena idea, si había jugado tres finales y las había perdido a todas. Entonces necesitaba algo más. Ya habíamos entrenado todo lo que había que entrenar, ya habíamos hablado entre nosotros. Entonces, pensé: necesito otra herramienta”, cuenta.
En los pasillos de Roland Garros, se cruzó con grandes nombres del tenis: John McEnroe, Mats Wilander y Carlos Alcaraz. A todos les hizo una pregunta: ¿cómo hacer para ganar un Grand Slam? Zeballos y Granollers ya habían quedado en el borde de la consagración dos veces en Wimbledon y una en el US Open.
“Son cracks del deporte y quería saber qué hacían en esas situaciones. Lo vi a ‘Charlie’ en el vestuario, que en ese momento tenía cuatro finales ganadas sobre cuatro… y después logró la quinta. Le pregunté: ‘¿Vos qué hacés?’”, recuerda Horacio. “Y me dijo algo simple, pero muy poderoso: “Salí a ganar. Que cuando llegues al hotel, hayas ganado o perdido, te quede la tranquilidad de que saliste a por ella’, como dicen ellos. Me hizo muy bien. No es que inventó algo nuevo, pero la forma en que me lo transmitió me llegó”.
Del otro lado de la red… al mismo lado de la historia
La historia cierra en círculo perfecto. En su primera aparición en Roland Garros, en la qualy de 2007, Zeballos enfrentó justamente a Marcel Granollers.”Fue un lunes a las 9 de la mañana. Me ganó. A las 10.30 ya estaba eliminado, sin chances de llegar al cuadro principal”, cuenta entre risas. “Y 18 años después, levantamos juntos la copa en París… Hermoso”.
– ¿Cómo se complementan con Granollers?
– Nos llevamos muy bien afuera de la cancha y eso ayuda mucho. Es como un matrimonio que vive en casas separadas (risas). Hay que saber escucharse. Él es español; yo, argentino, y creo que eso también hace más fácil la convivencia. En la cancha nos complementamos. Él en la red me aporta mucho, tiene grandes voleas, es largo. Y yo desde el fondo soy más sólido. Eso es clave en dobles.
Un campeón sin señal, pero rodeado de amor
El momento más esperado terminó en una anécdota impensada: después de ganar Roland Garros, la familia no le atendió el teléfono.
“Me siento, hago videollamada al grupo de la familia… ¡y nadie me contestó! Somos seis y nadie reaccionó. Les empezaron a llegar mensajes de todos lados, y no estaban tan pendientes del teléfono. Jamás imaginaron que iba a ser yo. Después, cuando hablamos, fue muy emocionante”, cuenta Horacio, con la voz quebrada.
“Todo el tiempo se me vinieron imágenes de los chicos del Edison, de los primeros viajes por el interior. Son recuerdos muy, muy lindos”.
Apenas unos días después, regresó al Edison, compartió charlas con amigos y caminó abrazado a su padre, en una imagen que parecía condensar toda una vida. “Yo me reflejo en él. Más que en el tenis, en las personas que son mis padres. Intento ser con mis hijos y mi mujer de la misma manera que fueron ellos con nosotros. Ese es el ejemplo que quiero seguir y lo que me inculcaron: el amor a la familia, ser buena persona y agradecido. Y después, tenísticamente, la perseverancia y la lucha por los sueños. Y que si toca perder, es parte del deporte, del proceso. Hay que levantarse y seguir persiguiendo los objetivos”, dijo.
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Volver al club no fue solo regresar al lugar donde todo empezó. Fue volver a abrazar todo lo que realmente importa. Porque el trofeo ya estaba en casa, pero el verdadero premio siempre fue el camino.
Fotos: Mauricio Arduin / LA CAPITAL