“Batata” Alejandroff, el “10” que se ganó el cariño de todos « Diario La Capital de Mar del Plata
Resumen
Por Juan Miguel Alvarez Marcelo Alejandroff fue un “10” clásico, de esos que ya no abundan. Talentoso, con la cancha siempre en la cabeza y un guante en el pie. Pero si algo lo distinguió, más allá de lo que supo […]

Por Juan Miguel Alvarez
Marcelo Alejandroff fue un “10” clásico, de esos que ya no abundan. Talentoso, con la cancha siempre en la cabeza y un guante en el pie. Pero si algo lo distinguió, más allá de lo que supo hacer con la pelota, fue su calidad humana. Esa que no se entrena, pero se nota. Y que en su caso, dejó una huella en cada club, en cada vestuario, en cada grupo humano que lo tuvo cerca.
“Batata”, como lo conocían todos, falleció a los 42 años tras una dura enfermedad contra la que luchó en los últimos meses con admirable entereza. La noticia generó un dolor profundo en el ambiente del fútbol de Mar del Plata y también en Otamendi, donde supo ganarse el cariño de todo un pueblo.
Alejandroff, como tantos chicos, soñó con llegar lejos en el fútbol desde sus inicios en Quilmes. Su carrera profesional lo llevó a jugar para Ferro Carril Oeste en la B Nacional, antes de regresar a su ciudad natal alrededor de 2005. Fue entonces cuando empezó a construir su verdadera historia en el fútbol local.
En ese entonces también empezaba a dar sus primeros pasos en el periodismo deportivo quien hoy escribe esta nota. Y aunque la relación no fue profunda, sí lo suficiente para registrar su forma simple y genuina.
Jugó en el recordado Cadetes de Marcelo “Gancho” Zwicker. Luego fue parte de equipos protagonistas como Peñarol y Atlético Mar del Plata, en ambos casos dirigido por Martín Quintas. También llevó lejos al Alvarado de Daniel Di Fonso en la liga local. Hasta que encontró su lugar definitivo en Círculo Deportivo de Otamendi.
Allí llegó en 2012 y tres años después fue campeón como capitán, a los 32 años, con Damián García como entrenador. Volvió a consagrarse en la LMF en 2017 en el equipo de Alexis Matteo.
Tras su retiro como jugador, asumió el desafío de dirigir primero las inferiores y luego la primera división del “papero”, al que acompañó hasta fines de 2024.
Era querido. Profundamente querido. Y eso, en el ambiente del fútbol, no es un dato menor. Porque más allá de los títulos o los pases filtrados, lo que perdura es lo que uno siembra como persona. En eso, Alejandroff dejó una marca. Su forma de estar, su generosidad, su capacidad para tender la mano, para acompañar, para sumar.
Marcelo Alejandroff vivió el fútbol con pasión, pero también con valores. Su temprana partida duele. Y por eso, aunque su historia haya terminado demasiado pronto, su legado permanecerá. En la memoria de quienes lo vieron jugar. En el respeto de sus colegas. En cada chico que dirigió y lo tuvo como guía. Y sobre todo, en el corazón de su familia, que puede llevar con orgullo ese nombre que, en Mar del Plata y Otamendi, siempre será sinónimo de bondad, entrega y nobleza.