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Una excursión a la tribu financiera

Resumen

Durante la mayor parte de la historia humana, fue imposible que dos personas nacidas a 8300 kilómetros de distancia pudiesen encontrarse. Aún menos comprenderse, e improbable que colaborasen. Sin embargo, la globalización que transitamos desde apenas hace un par de […]

Una excursión a la tribu financiera


Durante la mayor parte de la historia humana, fue imposible que dos personas nacidas a 8300 kilómetros de distancia pudiesen encontrarse. Aún menos comprenderse, e improbable que colaborasen. Sin embargo, la globalización que transitamos desde apenas hace un par de siglos hace posible ese acontecimiento. Eso no requiere sólo de avances científicos y tecnológicos, sino que igual de importante es la existencia de un código común entre los participantes que propicie el entendimiento, esto es, similares valores expresados por el lenguaje y materializados en la acción. Es de fenómenos como estos que se ocupan las ciencias sociales, en particular la antropología. Aunque se trate de las reuniones entre Scott Bessent y Luis Caputo.

Según la definición de Franz Boaz en 1930, la antropología trata del estudio de la persona como ser social, en particular a través del análisis de las etnias, los idiomas y las culturas. Y en eso incluye a las civilizaciones más exóticas como a la actual vida cotidiana en cualquier metrópoli del planeta. Con el tiempo, la disciplina se diversificó. Aparecieron nuevos campos, como así nuevas perspectivas. Y miradas innovadoras sobre temas inéditos. Es así como surge a principios de los años 1970 una rama dedicada al estudio de la antropología económica, no ya basada en el don y el contra-don que estudiaba Marcel Mauss –que practicaron nuestros ranqueles- sino que incluso algunos exploraron los usos y costumbres de las tribus financieras. Quizás una de las contribuciones más fecundas sea Banking On Words, escrito por Arjun Appadurai en 2015. Sería “Bancando a las palabras” ¿o bancarizándolas? Este norteamericano de origen indio sostiene desde una perspectiva durkheimiana, que “Wall Street puede ser vista como un vasto conjunto de grupos totémicos, ordenables en diferentes conjuntos, clasificaciones y series, como los que especulan a la alza, los de valores tecnológicos, los de los emergentes y así es según, cada cual aliado en diferentes  creencias y cultos asociados con las propias fortalezas y debilidades”. “Las finanzas”, nos dice “es un asunto de fe: fe en el futuro, fe en las instituciones y fe en las palabras que hacen posible imaginar al futuro”. Esta difusión global del imaginario financiero no encuentra límites. “Los bancos, los fondos de cobertura y las aseguradoras arremeten de manera agresiva hacia nuevos mercados, para imponer la desregulación que permitirá reproducir las condiciones de especulación de las que se benefician Estados Unidos -las que produjeron la crisis del 2008”. Es una cuestión de tiempo antes que los países del Sur Global se encuentren expuestos a la volatilidad, imprevisibilidad y extra-legalidad de los mercados de derivados financieros del norte. 

Quizás la contribución más significativa del trabajo antropológico de Arjun, sea la disociación entre las finanzas como son practicadas y la economía como es entendida. Es una verdadera y desapercibida ruptura epistemológica, pues el trabajo de campo realizado muestra que entre lo financiero y lo económico ya no existen lazos, son dos campos diferentes. ¿Incompatibles? Los traders se manejan en un universo precientífico, aunque pretenden arrogarse los ropajes de la economía como si fuera una ciencia exacta, en vez de una ciencia social. Esa operación simbólica permite habilitar la fatalidad del dominio financiero por sobre épocas y tierras, e ignorar todas las realidades.  Los instrumentos financieros (como los derivados, bonos o hipotecas) son formas de promesa sobre lo que sucederá. O promesas sobre promesas. En este sentido, el mercado financiero es un relato de futuros narrativos. Tal la solidez del sistema que es presentado como inevitable, infalible y eterno.  

Hace poco, Pablo Tigani escribió una serie de artículos sobre la intervención financiera que sufre Argentina. Ahí vemos que no hay diferencias entre Bessent y Caputo, pues pertenecen a la misma tribu de Wall Street. Lo vemos en las palabras utilizadas: “afinidad cultural”, “confianza”, “señal de confianza internacional”, “colaboración técnica”, “performance”, “apertura al mundo”, “reputación”, “spreads”… es el “ethos de Wall Street”. “Las motivaciones no son puramente financieras”, continúa Tigani, “Wall Street se construye sobre un entramado de incentivos perversos donde la información privilegiada y la venta de influencia son tan valiosas como los activos que se transan”. La especulación es así un estar en el mundo, basado en el  comportamiento “del intermediario que convierte cada crisis en oportunidad de control”. Existe toda una escenificación de tal poder tribal: como en los encuentros de estos días en Buenos Aires de los ejecutivos J.P. Morgan caídos del cielo en jets corporativos, con reuniones en el Teatro Colón y cena en el Museo de Arte Decorativo. Estos rituales demuestran quién manda y quién obedece, incluso dentro de la misma tribu. Los bienes públicos nacionales serán pasto de las finanzas norteamericanas gracias a la mención de las palabras correspondientes. Nos queda la posibilidad de ir a votar hoy, para recordarles a estos supuestos amos del mundo que “los argentinos no somos empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”, como le escribiera San Martín a Rosas en un trance histórico igual de existencial que este momento.



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